Por fin ha llegado el calor y con éste, las ganas de vacaciones. Nos pasamos todo el invierno esperando esta época tan especial, que parece que pasa más rápido, si cabe, que el invierno. Playa, chiringuitos, ropa ligera, terrazas, reuniones con amigos… un no parar fuera de casa, que invita a viajar y conocer otros lugares.

Viajar es la mejor terapia.

Una de las cosas más bonitas de la vida es compartirla con los seres queridos. Viajar en familia, con niños pequeños, a veces se convierte en una aventura. Los adultos disfrutamos de la experiencia de una forma más madura, más intelectual. Para los niños la experiencia de salir de casa es un nuevo aprendizaje. El descubrimiento de un nuevo mundo que les rodea. Viajar, aporta a los niños un gran beneficio sociológico. Permite desconectar de la rutina, vivir experiencias inolvidables, conocer otras culturas, otros lugares. Pero lo más importe es pasar tiempo en familia.

Los tiempos han cambiado. Hoy en día la mayoría de madres y padres trabajan diariamente una dura jornada laboral. Casi sin tiempo para los niños. Gracias a los abuelosabuelas, tíos y tías todo es posible, trabajar, actividades extra escolares, médicos… Así que cuando llega el tiempo de vacaciones, es de obligado cumplimento pasarlo en familia. Con los niños. Permite reencontrarse, cargar pilas para el futuro, volver a ‘unirse como una piña’.

Dedicarle tiempo…

Aunque tanto si se tienen niños como si no se tienen, la base está en dedicarle tiempo a la pareja. Es el inicio de todo, el centro que permite que todo el resto funcione. Una escapada romántica a un lugar paradisíaco o simplemente a una casa rural de pueblo puede ser una buena solución. Compartir viajes afianza la relación, impulsa el día a día.

Y qué decir de todos aquellos independientes que viajan solos. Esos valientes. Ese arte de decidir cada día qué, como y cuando hacer las cosas. De planificar los viajes sin consultar ni esperar la aprobación de nadie. Viajar solos es la libertad al máximo nivel. Nos permite a disfrutar del silencio, a enfrentarnos a los miedos, ganar seguridad. Cuidarnos.

Otra buena alternativa son las amistades. Los amigos son y serán una parte muy importante en nuestras vidas. Repercuten positivamente en la salud física y psíquica. Desde el aumento de la autoestima (ya que nos sentimos valorados por los demás) hasta la disminución del estrés. Así cuando se viaja con amigos aumentan los momentos de felicidad, risas, complicidad y disfrute. Tendría que ser obligado viajar todos los años con los amigos, si son de confianza, claro está.

Casas rurales con encanto.

Una muy buena opción es disfrutar en familia, en pareja, solos o con amigos de las casas rurales. Esos lugares con ese encanto tan particular que nos atrapan. Situadas en los centros de los pueblos o en medio de la montaña, ofrecen experiencias inolvidables. En Castellón tenemos una gran variedad de casas rurales y en Sant Mateu en concreto, Complejo Rural Turimaestrat ofrece una de las experiencias más especiales para compartir unos días inolvidables.

Sant Mateu es una población que ofrece diversas actividades en el pueblo y en los alrededores. Museo paleontológico, mazmorras medievales o degustación de productos típicos de la zona son algunos de los alicientes para visitar la población. Y en los alrededores, https://www.casaruralcastellon.com/, parajes y visitas guiadas que dejan huella.

A donde quiera que vayas, ve con todo tu corazón…